El trabajo freelance en España se ha convertido en una opción cada vez más popular entre profesionales que buscan libertad, flexibilidad y autonomía. En los últimos años, el número de trabajadores por cuenta propia ha crecido notablemente, impulsado por los avances tecnológicos, el teletrabajo y la globalización. Sin embargo, ser freelance en España implica conocer bien las normas legales, fiscales y laborales que lo regulan. A continuación, te contamos cómo funciona este modelo y cuáles son sus principales particularidades.
1. ¿Qué significa ser freelance en España?
En España, el término freelance se utiliza para describir a las personas que trabajan por cuenta propia, ofreciendo sus servicios de manera independiente a empresas o particulares. Legalmente, estas personas se registran como autónomos, dentro del Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) de la Seguridad Social.
El profesional freelance puede trabajar desde casa, en un coworking o incluso de forma remota para clientes internacionales. Su principal ventaja es la libertad de elegir proyectos, horarios y tarifas. No obstante, también debe asumir la responsabilidad de pagar sus propios impuestos y cotizaciones sociales.
2. Alta como autónomo
Para ejercer como freelance de manera legal en España, es obligatorio realizar dos trámites principales:
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Registrarse en la Agencia Tributaria (Hacienda) mediante el modelo 036 o 037. En este formulario, se declara la actividad económica, el epígrafe del IAE (Impuesto de Actividades Económicas) y el régimen fiscal aplicable.
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Darse de alta en la Seguridad Social dentro del RETA, lo que garantiza el acceso a prestaciones como jubilación, baja médica o maternidad.
Es importante realizar ambos trámites antes de emitir la primera factura, ya que trabajar sin estar dado de alta puede conllevar sanciones.
3. Cuota de autónomos y costes fijos
Uno de los aspectos más debatidos del trabajo freelance en España es la cuota mensual a la Seguridad Social. Desde 2023, esta cuota se calcula en función de los ingresos reales del profesional, con una escala progresiva.
Por ejemplo, quienes ingresan menos de 670 euros al mes pagan alrededor de 230 euros, mientras que los que superan los 6.000 euros pueden pagar más de 500 euros mensuales.
Los nuevos autónomos pueden beneficiarse de la tarifa plana, una bonificación que reduce la cuota a unos 80 euros mensuales durante los primeros 12 meses.
Además, el freelance debe asumir otros costes fijos, como gestoría, material de trabajo, conexión a internet o seguros profesionales.
4. Fiscalidad del freelance
El autónomo en España está obligado a pagar dos impuestos principales: el IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas) y el IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido).
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El IRPF grava los beneficios obtenidos (ingresos menos gastos deducibles). Se declaran trimestralmente mediante el modelo 130 y anualmente en la declaración de la renta.
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El IVA se aplica a la mayoría de los servicios profesionales. Cada trimestre, el freelance debe presentar el modelo 303, y en enero, un resumen anual (modelo 390).
Para mantenerse al día, muchos profesionales optan por contratar a un gestor que se encargue de preparar las declaraciones y controlar los plazos.
5. Facturación y retenciones
Las facturas emitidas por un freelance deben incluir varios elementos obligatorios: nombre completo, NIF, domicilio fiscal, descripción del servicio, fecha, base imponible, IVA e IRPF.
Cuando se trabaja para empresas españolas, se aplica una retención de IRPF del 15%, aunque los nuevos autónomos pueden aplicar un 7% durante los tres primeros años de actividad.
Si los clientes son extranjeros (por ejemplo, dentro de la Unión Europea), las reglas fiscales pueden variar, y a veces no se aplica IVA, siempre que el profesional esté dado de alta en el Registro de Operadores Intracomunitarios (ROI).
6. Gastos deducibles
Una de las ventajas del trabajo freelance en España es la posibilidad de deducir gastos relacionados con la actividad profesional. Algunos ejemplos comunes incluyen:
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Equipos informáticos y software.
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Alquiler de oficina o coworking.
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Facturas de luz, internet y teléfono (si se trabaja desde casa, de forma proporcional).
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Formación profesional y cursos.
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Desplazamientos y dietas justificadas.
Hacienda exige que todos los gastos estén justificados mediante factura y relacionados directamente con la actividad económica.